viernes, 19 de junio de 2009

Resignarse,aceptar.

La felicidad, los placeres que forman parte de ella, todas las cosas que la componen; todas asi como nacen, mueren. Nada es para siempre, todo tiene su tiempo, su historia, su desarrollo, su fin...
Así es, todo concluye, todo termina. Y cuando eso pasa hay dos caminos por seguir:
Resignarse; aceptar de manera obligada que lo que tanto quisimos ya no está... Pero ante el paso del tiempo seguir adheridos a ese objeto del que fuimos desprendidos. Añorarlo, extrañarlo, recordarlo, y tener siempre los deseos de volverlo a tener...
o Aceptar, que es el reconocimiento de que la realidad es la realidad. De que nada es para siempre, y que esta vez nos tocó perder. implica desprendernos para siempre de eso que amábamos y seguir con orgullo hacia adelante; con la mente abierta a nuevas oportunidades. La aceptación nada tiene que ver con dejar de querer, es más, como ya dije en notas anteriores, en mi opinión el olvido no existe, solo existe ese deseo de no recordar... Aceptar es admitir con orgullo y la frente alta que los deseos, ilusiones, expectativas se rompen, se rompieron.
La vida es especialista en jugar con esas situaciones una y otra vez. Pero a lo largo del tiempo son cosas que nos marcan, y que nos enseñan cómo vivir, como sobrellevar las cosas, a pesar de las dificultades, de las malas pasadas... Son experiencias que a la larga nos hacen crecer como personas.
Cuando se ama a algo demasiado pero se sabe que no es nuestro y que no lo será, lo mejor es resignarse a que no nos pertence, y aceptar que es la realidad...


Tal vez la próxima, será el indicado, tal vez no...